23 dic 2012

Por qué los niños bilingües son más listos


Un reciente estu­dio demues­tra que el bil­ingüismo pre­coz estim­ula el cere­bro, mejora la con­cen­tración y retrasa la apari­ción de enfer­medades como el Alzheimer



Cada vez son más los his­panopar­lantes res­i­dentes en Lon­dres que deci­den for­mar una familia y la pre­gunta siem­pre es la misma: ¿Le hablamos a nue­stro hijo en inglés, en español o ambos? En el cole­gio hablará en inglés pero en casa no quer­e­mos que se olvide del castel­lano, el bil­ingüismo es una ven­taja com­pet­i­tiva que el niño ten­drá toda su vida.

Apren­der dos idiomas de forma simultánea ben­e­fi­cia el desar­rollo del cere­bro cog­ni­tivo del bebé y mejora el con­trol de la aten­ción. Uno de los equipos cien­tí­fi­cos más pres­ti­giosos en el estu­dio del cere­bro es el proyecto español Brain­glot (Bil­ingüismo y Neu­ro­cien­cia Cog­ni­tiva), inte­grado por seis gru­pos en los que tra­ba­jan unos 200 inves­ti­gadores y que aca­ban de pub­licar sus con­clu­siones sobre el mapa del cere­bro bilingüe.

Según expli­can los exper­tos, los bil­ingües sim­ple­mente desar­rol­lan habil­i­dades para hacer varias tar­eas al mismo tiempo y, de esa forma, se vuel­ven más ágiles y prác­ti­cos. Gra­cias a los esca­neos de la activi­dad neu­rológ­ica, los cien­tí­fi­cos han evi­den­ci­ado que “quienes hablan dos idiomas uti­lizan más áreas cere­brales en una tarea lingüís­tica y tienen más conex­iones neu­ronales que los mono­lingües”. La inves­ti­gadora española de Brain­glot, Núria Sebastián-Gallés explica que este es un proce­samiento menos efi­ciente al ser más lento a la hora de mane­jar el lenguaje, pero que tiene una parte pos­i­tiva. Sebastián-Gallés dice que “los bil­ingües tem­pra­nos, al pasarse todo el día cam­biando de lenguaje, tienen entre­nadas capaci­dades cog­ni­ti­vas no lingüís­ti­cas, en con­creto en las fun­ciones ejec­u­ti­vas, que sir­ven para adap­tarse a los cam­bios de tar­eas vari­adas”. Por esta necesi­dad de adaptación “se podría decir que en estas tar­eas son mejores. Nosotros apor­ta­mos la base visual de por qué son más efi­caces y hemos visto que es porque uti­lizan otras áreas cere­brales dis­tin­tas a los mono­lingües”, apunta la investigadora.

Pero no todo es pos­i­tivo en el apren­dizaje de dos idiomas simultánea­mente. Tal y como indi­can los estu­dios del proyecto español “las per­sonas que hablan dos idiomas tienen menor com­pe­ten­cia en el lenguaje for­mal”, es decir, les cuesta un poco más encon­trar las pal­abras pre­cisas sobre lo que quieren expre­sar y tienen un menor vocab­u­lario de cada lengua. Es habit­ual que los niños a tem­prana edad mez­clen ambas lenguas y con­struyan frases incom­pren­si­bles, su apren­dizaje es más lento pero cuanto antes comience el con­tacto con los dos idiomas, mejor será su adaptación.

Niños y ancianos

Las ven­ta­jas del bil­ingüismo son más plau­si­bles en los niños pequeños y en los ancianos. Según detalla Sebastián-Gallés “el área pre frontal es la parte del cere­bro que se ter­mina de desar­rol­lar más tarde en la vida, lo hace en la ado­les­cen­cia tardía, y es de las primeras en dete­ri­o­rarse, entre los 30 y 40 años”. La cuestión es que “como los bil­ingües la tienen más entre­nada, eso hace que se les acelere el desar­rollo y parece que pre­viene o frena la apari­ción de los sín­tomas de dete­ri­oro”, explica la investigadora.

Parece que la gim­na­sia men­tal de apren­der y uti­lizar dos idiomas a la hora de comu­ni­carse con­tribuye al con­cepto de reserva cog­ni­tiva. Ante daños cere­brales en una demen­cia o cuando se padece Alzheimer hay per­sonas que pueden pre­sen­tar menos sín­tomas, solo por ser bilingües.

Las inves­ti­ga­ciones apuntan que “se sabe que en los primeros meses no se puede dis­tin­guir entre dos lenguas pero, a los cua­tro meses, un niño sí puede difer­en­ciar entre catalán y castel­lano”. A la edad de ocho meses, los bebés bil­ingües pueden notar las difer­en­cias, por ejem­plo, entre inglés y español, sim­ple­mente viendo dos per­sonas hablar, sin escuchar­las, mien­tras que un mono­lingüe es inca­paz de hac­erlo”, afirma Sebastián-Gallés.