17 dic 2012

Formas elementales del racismo blanco.




Ya en Racismo contra los blancos en la propia Europa se esbozó esta distinción básica y fundamental para comprender este fenómeno tan grave como frecuente del racismo antiblanco y saber combatirlo como es debido. Es importante entender que, a diferencia de otros tipos de racismo en Europa, el racismo antiblanco es el único que es a la vez informal e institucional (o formal). El racismo antiblanco está presente en la calle, pero también en los despachos  (por lo que no es de extrañar que sea la variedad predominante de racismo en Europa). Y así distinguimos estas dos formas de racismo antiblanco:
    
Informal, que es el ejercido por personas racialmente no europeas y a título puramente individual (lo cual no significa que estos individuos actúen individualmente) contra personas de raza europea. Su fenomenología es variadísima: insultos racistas (“blanquito”, “rubito”, “lechoso”), amenazas, abusos en los servicios públicos como zarandeos en el transporte o no respetar el turno, falsas acusaciones de racismo, agresiones, violaciones racistas contra nativas europeas, etc.

 Esta forma de racismo es muy difícil de combatir. En principio debería de ser sencillo, pues todos estos casos entran en categorías tipificadas en el código penal. Pero la práctica es muy distinta, dada la tendencia de las élites a resistirse a reconocer la existencia de cualquier tipo de racismo antiblanco o, reconociéndolo, a trivializarlo, o a aceptarlo y justificarlo a causa de la endofobia. Es evidente que el hombre de raza blanca en Europa está en situación de absoluta indefensión jurídica, escenario que garantiza la impunidad para el racista antiblanco, y que esta forma de racismo sólo desaparece en el contexto político que permite la desaparición del racismo institucional, abajo expuesto.

Institucional o formal, ejecutado por individuos que actúan como agentes de alguna institución u organización, sea pública o privada. Adquiere distintas formas en función del ámbito de actuación preferente de la organización que practica el racismo antiblanco. Y así será racismo institucional político si el agente institucional es la administración del estado o los partidos políticos; económico si este racismo tiene como agente a la dirección empresarial; social si son los sindicatos, ONGs o instituciones religiosas; académico si es alguna organización encajada en el aparato educativo (como escuelas, universidades); mediático si son los medios de comunicación los responsables.
     
El racismo institucional se manifiesta preferentemente como discriminación positiva y parece responder a la consigna “los inmigrantes primero” o “los inmigrantes los únicos beneficiarios”. Constituye ésta la objetivación o materialización del racismo antiblanco institucional, el instrumento principal de esta forma de racismo antiblanco. Todavía hay quién niega que la discriminación positiva es una práctica racista, pero hay que ser muy estúpido, o estar muy dominado por la endofobia, para no comprender que, dado que mediante esta política lo que se reparten son recursos (bienes y servicios entendidos en sentido amplio), y que dado que los recursos son limitados, toda discriminación positiva a favor de un grupo racial o étnico concreto (por ejemplo, en España, ciertas personas de raza gitana, frecuentes beneficiarias del reparto de viviendas gratis por causa de su pertenencia racial) conlleva necesariamente una discriminación negativa contra otra (en este caso el grupo racial conformado por personas de raza blanca, que no recibe este beneficio). Es evidente que la discriminación positiva en función de la raza entra en contradicción con los fundamentos de sociedades dotadas de regímenes político-jurídicos que se dicen respetuosos del principio de igualdad y de no discriminación de las personas en función de la raza o la etnia a la que pertenezcan.
    
No todo es discriminación positiva en el racismo antiblanco institucional. A veces no son bienes o servicios lo que se reparte, sino trato de favor, por ejemplo en los medios, mediante censura de lo negativo o exaltación de lo positivo. O en la administración de justicia, que tiende a proporcionar impunidad a la población no blanca, y muy especialmente en los casos en que individuos de estos grupos incurren en racismo antiblanco. También es racismo institucional el propio hecho de introducir, o consentir, e incluso animar la introducción de masas de inmigrantes por parte de gobiernos y otros poderes fácticos; también lo es el regalarles la tarjeta de residencia, el derecho al voto e incluso la nacionalidad. Esto se ha hecho habitual en distintas naciones del oeste y centro europeo según han ido cayendo en manos de gobiernos de ocupación.
    
El racismo institucional se combate mediante la lucha política y metapolítica. Son necesarias fuerzas políticas de corte nacionalista que aglutinen a las mayorías blancas de cada estado de Europa, que acaben con la discriminación positiva y otros instrumentos del racismo institucional contra las personas de raza blanca, que garanticen de esta forma la no discriminación negativa del blanco por ser blanco y que los blancos dejemos de ser ciudadanos de segunda categoría en nuestro propio país. Y son imprescindibles grupos de intelectuales y artistas que acometan la dura tarea de la kulturkampf y quiebren el dominio compartido del marxismo cultural y de lo demoliberal en el ámbito cultural y de las conciencias, de forma que se favorezca la recuperación por parte del individuo europeo de su propia identidad, reencontrándose así éste con la comunidad de la que forma parte, con su autoctonía. Daorino siempre dice, y con mucha razón, que la política es subsidiaria de la metapolítica, que aquella bebe de las fuentes de ésta, y no al contrario. La historia avala su afirmación.


Hablar sobre el origen y las causas de la discriminación positiva y, más ampliamente, del racismo antiblanco, sería tema de otro artículo u artículos mucho más largos. Valga como anticipo introducir en la genealogía del racismo antiblanco la antropología boasiana y la escuela de Frankfurt. Y en las causas, las necesidades de la globalización, etapa ulterior del capitalismo, que también es demográfica. La discriminación positiva es un mecanismo eficaz de desviar recursos valiosos a fin de promover en Europa el poblamiento de grupos no blancos en detrimento de los nativos blancos europeos, modo infalible de erosionar la identidad de las naciones de Europa y de constituir un mercado mundial.