16 dic 2012

Espacio interpersonal y peripersonal: la nube invisible que nos envuelve






Igual que en el anuncio de colonia Brummel donde “la colonia de un hombre se la juega en las distancias cortas”, ser española en una cultura anglosajona supone lidiar con una nueva perspectiva sobre qué es “una distancia corta”. El espacio interpersonal, es decir el espacio físico entre dos individuos, varía entre distintas culturas: por ejemplo, saludar dando dos besos en España es una convención, sin embargo en Gran Bretaña dar dos besos en lugar de darse la mano puede tener connotaciones sexuales.  La distancia interpersonal también es diferente entre individuos que pertenecen a una misma cultura, hay gente que se siente más cómoda con una distancia física mayor, y es además dependiente del contexto, la distancia se reduce en situaciones como cuando se viaja en transporte público, en un ascensor o se espera turno en una cola.


El Dr. Giandomenico Iannetti y su equipo, en University College London (UCL), han descrito un nuevo tipo de espacio: el espacio peripersonal. Se trata de un espacio subjetivo, como una nube invisible que rodea el cuerpo y representaría el margen de seguridad entre nuestro cuerpo y el resto del mundo. Si esa espacio se traspasa, el cuerpo adoptaría una posición de defensa, poniendo en marcha reflejos para evitar posibles daños.

El Dr. Iannetti y su equipo utilizaron como modelo de estudio un reflejo básico: el reflejo palpebral. Se trata de cerrar los párpados de forma involuntaria ante un ruido intenso o por un golpe leve en la frente. Las neuronas responsables del reflejo palpebral están localizadas subcorticalmente, en el tronco del encéfalo, un área que alberga neuronas responsables de otro tipo de reflejos tales como la regulación del latido del corazón. El reflejo palpebral es tan básico y automático que se mantiene incluso en pacientes en coma.


Los investigadores realizaron una serie de experimentos en sujetos sanos donde registraron el reflejo palpebral evocado por la estimulación eléctrica de la mano, en concreto por la activación eléctrica del nervio mediano en la muñeca. Pidieron a los sujetos que cambiaran gradualmente la posición de su brazo, acercándolo cada vez más a la cara. Los sujetos mostraban un reflejo palpebral más intenso cuanto más cerca se encontraba el brazo a la cara durante la estimulación. Los investigadores repitieron los experimentos, pero esta vez pidieron a los sujetos que cerraran los ojos, el resultado se repetía: a mayor proximidad del brazo en la cara mayor reflejo palpebral.

                             

                               


El Dr Ianetti y sus colaboradores encontraron este resultado extraño ya que si bien las neuronas responsables del reflejo palpebral están situadas en el tronco cerebral, aquellas neuronas que detectan la posición del brazo, o de cualquier estímulo que recibe el cuerpo, están situadas en la corteza cerebral. Es decir, que para que se produzca esa “exacerbación” en el reflejo palpebral estos dos grupos de neuronas han de coordinarse en un circuito neuronal. El reflejo palpebral se evoca 40 milisegundos después del estímulo eléctrico en la muñeca, sin embargo para que el impulso nervioso viaje hasta la corteza cerebral hace falta más tiempo ¿cómo es posible entonces que la posición del brazo influya en la intensidad del reflejo palpebral?

“Cuando las neuronas de la corteza cerebral detectan que un estímulo potencialmente peligroso esta cerca de los ojos, son capaces de modular la respuesta de las neuronas situadas en el tronco del encéfalo de una manera exquisitamente precisa. Esto es sorprendente puesto que hasta ahora se pensaba que el circuito neuronal del tronco del encéfalo era bastante insensible, impreciso e inespecifico puesto que se compartía con otras vías anatómicas” aclara el Dr Iannetti.

Los científicos implicados en el estudio se sorprendieron al encontrar que este espacio defensivo peripersonal tenía unos límites muy marcados, y que al cambiar la distancia entre la mano y la cara, el tamaño del espacio peripersonal se podía medir. Es más, cuando los experimentadores interpusieron una pantalla de madera entre la mano y la cara, la exacerbación del reflejo palpebral desapareció, lo que demuestra que el espacio peripersonal puede ser modificado, y en este caso reducido.

“Es muy probable que el tamaño y la forma del espacio defensivo peripersonal pueda comprimirse y modularse en función del contexto” explica el Dr. Iannetti. Por lo tanto, el espacio peripersonal parece que puede compartir algunas de las características del espacio interpersonal como ser dependiente del contexto y variar entre individuos. El grupo de Iannetti opina que este espacio pueda variar entre distintas culturas, quizás los españoles seamos tan diferentes de los anglosajones tanto en el espacio interpersonal como en el peripersonal.